viernes, 28 de marzo de 2008

Revelado

Saúl y su padre están sentados en un restaurante de Palmira. Hace dos horas esperan al comprador de arte que motivó su viaje a la ciudad. Él no va a llegar.

A Saúl no le preocupa que su padre descubra la mentira. Sin embargo, la prolongada espera en ese lugar lo tiene intranquilo. Él siente incertidumbre sobre sí encontrará a la mujer de la cicatriz y esto le aviva lo que ha sentido desde que abandonó la escuela para dedicarse a la fotografía: la idea de que él no es un buen fotógrafo.

El joven todos los días busca afanosamente capturar una imagen llena de significado y pasión, sólo para fallar una y otra vez, y obtener únicamente fotografías que son agradables o atractivas, pero nunca trascendentes.

Saúl ha tomado dos grandes fotos en su vida: la de Malena, desnuda bajo su sombrero, y la de la muchacha de la cicatriz, perdida en un rollo velado. La primera es demasiado suya y aun dolorosa para dársela a conocer al mundo. Esta le recuerda que tuvo miedo cuando Malena le pidió que se fuera a Buenos Aires con él. Saúl no sentía que merecía a ir a aquel lugar con ella, Malena se lo había ganado con su talento, él no.

La segunda foto lo lleva hasta Palmira, sin tener la certeza de que encontrará algo. En ese momento, sentado con su padre, esperando a un comprador que nunca llegará, Saúl teme que su padre haya tenido la razón todo el tiempo. Tal vez debió quedarse en la universidad, volverse el psicólogo que selecciona el personal en la empresa del padre, comprar una casa y casarse, dejar la fotografía como un hobbie para los fines de semana; tal vez no. Sólo al encontrar a la mujer de la cicatriz estará seguro.


martes, 18 de marzo de 2008

Shortcuts

- Es posible que Saúl se encuentre con Pablo jalando su carretilla por las calles de Cali. Tal vez le llame mucho la atención su aspecto, e intente conocerlo y tomarle una foto. Incluso puede hacer que se pregunte sobre cómo esta su propio padre.

- Saúl se puede encontrar con Don Marino en la misma cafeteria de San Antonio, a la hora del desayuno. De pronto ya se conocen y se reunen para dialogar sobre el arte de cada uno. Quizas en esa oportunidad los dos esten indispuestos, Saúl por no saber donde puede encontrar a la mujer de la cicatriz y Marino por el secuestro en que lo tienen las instituciones bancarias.

- Una opción es que el pordiosero que ayuda a Saúl en Palmira, tenga una percepción diferente de la realidad y que se mantenga en un monólogo eterno sobre cosas que van a ocurrir. Que le advierta a la gente sobre los Jai Force que van a matar a todos y a cada peatón le pregunte si es Warren, incluyendo a Saúl. Puede darle las instrucciones para llegar al barrio de la mujer que busca, pero advertirle que se cuide, pues hay personas que no quieren que él esté con Jay.


Storyline

Saúl es un fotógrafo, que está distanciado de su padre. Una tarde, le toma fotos a una desconocida muy atractiva, pero el rollo se vela. En la búsqueda de esta mujer, se mete en problemas y se reencuentra con su familia. Saúl junto a su padre viajan a Palmira, donde conocen a la mujer; al tiempo que se da un acercamiento entre ellos.



sábado, 8 de marzo de 2008

Tres Mujeres.

I

Amanece. La luz del alba penetra a través de la cortina entreabierta. Saúl se despierta, como siempre, con la salida del sol. Mira a su alrededor, el lugar le resulta extraño. Fija su atención en un espejo; primero ve el reflejo de la ventana, luego a la bella mujer desnuda que yace junto a él en la cama. Mientras se viste recuerda cada momento de su romance. La mañana en que la conoció cruzando el puente de El Paseo Bolivar. Las fotografías que le tomó, caminando en la tarde por el centro de Cali; luciendo más bella en cada encuadre. La noche que empezó con ron y Sui Generis, y terminó con un abrazo cercano y silencioso, como si hubieran sido amantes por años. Ahora, Saúl parte; toma su cámara y su sombrero gris. Observa por última vez a aquella mujer. La luz del alba la hace ver particularmente pura, alumbrando sus ojos cerrados y bordeando sus senos. Saúl se siente tentado a tomarle una foto más, pero no lo hace. Para él, dejarse fotografíar es entregarse al otro, poner el alma en sus manos. Tomarle una foto a alguien sin su consentimiento es una agresión.
El fotógrafo le da un beso en los labios a la mujer, sin despertarla. Después abandona la habitación para siempre.

Suenan las carretillas tiradas por hombres que buscan su sustento. Las calles están desiertas y húmedas. El clima es aun frio. Saúl camina con su cámara atada al hombro. De vez en cuando se lleva el lente a su ojo. Es una mañana azul; el fotógrafo no encuentra que fotografiar.

Saúl llega a su barrio, San Antonio. Huele a pan recién hecho y algunos clientes toman café en la acera frente a la panadería de Doña Gloria. El joven se antoja de un tinto bien caliente. Se acerca al mostrador y saluda a la dueña del lugar.

-Buenas Doña Gloria, ¿bonito día verdad?- en tono irónico
- Hola Saulcito, ahí un poquito frío, mijo ¿Trabajando hasta tarde?-
- Si mi doña, cuando uno se inspira, no se le puede poner horario a la creación-
-Esa es la vida del artista- dice mientras le sirve un café.
- ¿Y eso que esta tan arreglada esta mañana, mi doña?¿Quién es el afortunado? Se ve usted radiante en este día tan opaco -dice mientras se toma el cafe.
(Doña Gloria le sonríe, pero no le responde)
- Saulcito, usted siempre igual de terrible, no. (revisa detrás del mostrador) Antes de que se me olvide un señor le dejó una nota ayer, creo que se llamaba Esteban-
- Mi hermano. Debe ser con motivo de alguna reunión familiar: una boda,un accidente, un entierro, una herencia o otro intento de mi padre de sacarme de mis malos pasos.
- Saúl, calle esa boca, no vaya a atraer la mala suerte- le dice al pasarle la nota.
-No me preste atención, mi doña. Son cosas de familia. - toma la nota, paga y se va.

II

El agua fría cae sobre la cabeza de Saúl. Aun en esa gélida mañana, la ducha le resulta reconfortante. Al salir del baño, el joven organiza sus implementos de fotografía. Abre la cortina para iluminar el lugar. Pone un disco de The Clash para amenizar la mañana, suena Jimmy Jazz de fondo. Saúl silba la tonada, al tiempo que saca el rollo de la cámara. Lo guarda cuidadosamente en un tarrito negro. Piensa en las fotos que le tomó el día anterior a esa modelo, esta ansioso por verlas, pero debe esperar hasta el viernes. Ese día su amigo y maestro, Don Fermín, le presta su laboratorio para revelar. Así, deja el tarrito junto a otros dos encima de una copia de El Principito que reposa sobre la mesa de noche

Saúl carga un nuevo rollo en su cámara; después se viste. Toma su sombrero, pero antes de ponerselo se acuerda de la nota que le dio Doña Gloria. Se sienta en la cama, deja su sombrero a un lado y lee la nota. Es una invitación de su hermano, Esteban, para almorzar. " 12:30, Café los Turcos". El joven sonríe, arruga el papel y levanta su sombrero de nuevo. Al ponerselo recuerda a la mujer que se lo regaló, Malena.

III

Caminabamos por el parque de San Antonio. Yo con mi cámara, esperaba un descuido de Malena para atrapar su belleza. Ella agitaba los bordes de su falda y cubria su rostro para negarme una foto. Ante mi insistencia y proximidad, Malena le metía los dedos al lente. Así cegaba mis impulsos. Yo me sentaba, molesto, a limpiarlo. Ella se reía, sentada a mi lado. Muy pronto se aburría y se iba a escuchar a cualquier músico que tocaba en el lugar. Malena bailaba al ritmo de los acordes. Yo la miraba a lo lejos, tratando de entenderla.

Viviamos casi juntos, aunque ninguno pasaba toda la noche en la casa del otro. Por dos meses, andabamos juntos por la ciudad de Cali. Yo la admiraba en el conservatorio mientras bailaba; ella me acompañaba a tomar fotos. Por las noches veiamos películas, de su amor platónico, Jean Paul Belmondo; o de mi director favorito, John Cassavettes. Las discutiamos solos, o con amigos. Entre sabanas o entre copas. Cuando ya nada de luz entraba por nuestra ventana, nos amabamos.

La última noche, Malena estaba desnuda frente a mi ventana. La observaba mientras me fumaba un cigarrillo. Los destellos verdes y azules de la ventana envolvían su cuerpo. Malena se alistaba para partir la mañana siguiente. Su destino, Argentina; su motivo, el baile. Esa noche pensaba en el día que me regaló mi sombrero; la manera en que correteamos, jugamos y cómo le tomé una foto. La única foto que le logré tomarle en dos meses.

Malena se metía conmigo entre las sabanas por última vez. Yo no estaba de humor para pedirle una foto más, me sentía como un mendigo con la sóla idea de hacerlo. Tendía mi cabeza sobre su regazo, mientras le acariciaba las piernas. La luz del alba irrumpia en el cuarto e iluminaba nuestro último momento juntos. Sabía que ella tenía que partir, pero eso no lo hacía más fácil. Ella sabía que tenía que terminar ese día; su camino estaba en otra parte. Me ponía el sombrero para cubrir mis ojos. Malena se vestía y me acariciaba la espalda. Yo no la miraba; ella se iba. La puerta se cerraba. Me quedaba sólo, bajo mi sombrero.