miércoles, 14 de mayo de 2008

XI: Mi hijo, el fotógrafo

En el viaje de regreso a Cali, Saúl reposa sobre el hombro de Armando. Él únicamente piensa en Aura y su padre. Se los imagina felices de nuevo, algún día.

De repente el sombrero de Saúl se vuela por la ventanilla. Él insiste en bajarse y Armando no lo puede detener. El joven cojea hasta el peaje y se pasa por debajo del mismo. Los guardas lo persiguen. Él ve a una vendedora de dulces sosteniendo su sombrero. La toma de la mano y se la lleva a través de los carros, que acompañan su andar con los pitidos. Los guardas los persiguen entre ese trancón laberíntico. Saúl le toma fotos a la vendedora de dulces, quien sonríe extasiada. Finalmente, los guardas lo derriban y lo toman de los brazos. El joven mira a su padre y le sonríe. Armando, intenta esconder su sonrisa torciendo la boca. No lo puede evitar, el también sonríe, por su hijo; el fotógrafo.

X: Un rostro muy viejo y sin ojos

Mi boca me sabe a sangre y tierra. Finalmente encuentro a la mujer que tan desesperadamente estaba buscando. Ella me lava las heridas, mientras yo busco las palabras para decirle lo que desde hace tantos días vengo pensando. Recostado contra una de las paredes veo a mi padre; él se arranca los cueritos de sus nudillos desechos.

-¿Cómo te llamas?- le pregunto.
-¡Aura!- responde una voz muy grave desde la oscuridad en el fondo de la habitación.

Es Aura a quien he estado buscando. Desde la silla en que estoy sentando veo como ella corre hasta donde ese hombre, prende una lámpara y con un trapo húmedo le refresca su cara. Un rostro lleno de cicatrices, arrugas y sin ojos.
-Me da mucha pena con ustedes por lo que les hizo James, eh. Pero el sólo estaba tratando de cuidarnos- dice Aura al coger las manos de ese hombre para lavarlas.

Yo me tambaleo hasta ellos, para verlos más de cerca. Mi papá me agarra por un hombro, para que no me caiga.
-Ya nos han hecho demasiado daño, sólo queremos empezar a sanar- dice Aura, al tiempo que le hace una curación a los ojos de su padre. – Mi papá ya pagó por sus errores, todos lo hicimos- susurra la mujer, mientras señala con su dedo la cicatriz que atraviesa su rostro.

Me quedo observando esa cara sin ojos, que no me es extraña del todo. Ante las palabras y cuidados de Aura, las lágrimas se deslizan por los surcos de la cara maltrecha del hombre. Siento que algo presiona el dorso de mi mano. Es mi padre pasándome la cámara.
Encuadro a la hija que consuela a su padre. Una luz dorada se cuela por la tejas, rodeándolos a ambos. Es el retrato de los corazones rotos; de las personas que no pueden escapar a su pasado, pero son valientes para soñar con un tiempo mejor. La luz a través de la cámara lastima mi ojo, me siento incapaz de tomarla. En ese momento, Aura voltea a mirarme por un instante. Se muerde el labio y asiente en un gesto de complicidad, antes de volver su atención a su padre. Respiro profundamente, tomo la foto y exhalo dejando salir todo el aire de mis pulmones.
-Es una foto muy bella- me dice mi padre.

IX: Padre e hijo, en el asfalto

Me parece que el tal Don Dilinger se demora demasiado, esta no es manera de hacer negocios. Saúl ni siquiera está pendiente, dejó las fotos para irse a fumar un cigarrillo afuera. Miro las fotos, de las calles de Cali, de algunas mujeres y de objetos cotidianos. No entiendo por qué este señor quiere pagar tanto por ellas. No puedo esperar más, me levanto y le pregunto a la recepcionista cuanto más se va a demorar Don Dilinger.
-¿Don Dilin quién?- responde la mujer de manera cortante.

Salgo por las calles de Palmira, me quito el saco y me arremango la camisa para ahuyentar el calor que hace. A cada paso pienso lo que le voy a decir a Saúl apenas lo vea. Cómo va a ser tan descarado de inventarse todo esto. El desorden en que vive se tiene que acabar. Tengo que pensar en una manera de tenerlo trabajando conmigo en la empresa.

Escucho mucha bulla, al pasar por una cuadra. Un hombre está golpeando a otro con un palo, mientras otros vigilan que nadie venga. Lo primero que veo es la cámara en el suelo. Un poco más cerca, está el sombrero. Mis pensamientos desaparecen y mi atención se dirige al hombre con el palo. Lo tomo por el brazo y lo golpeo. Me paro entre Saúl, que está maltrecho en el piso, y aquellos maleantes.
Con mis puños mantengo a esos muchachos a raya, pero son muchos y me atacan a la vez. Me siento más débil. Intento cubrir a Saúl con mi cuerpo para que los golpes no lo alcancen. Ya no puedo más.

-¡James ya no más!- Grita la chica de la cicatriz, mientras corre hacia él.
Ante la presencia de la chica, James se calma. Ella le quita el palo, al tiempo que lo mira muy disgustada. Los otros muchachos salen corriendo del lugar. La mujer ayuda a Armando a pararse. Saúl no se mueve.
El padre de Saúl se tira al lado de su hijo y le palmotea la cara para hacerlo reaccionar. Luego lo abraza, pidiéndole que despierte. El joven inhala profundamente y luego tose. Después, padre e hijo permanecen, tirados en el asfalto, en una cercanía que los reconforta.
La chica de la cicatriz, con la cámara al hombro y el sombrero en la mano, les muestra el camino hacia su casa. Una casucha de ladrillos roídos y tejas quebradas, que encierra la explicación de todo.

VIII: Mí Cámara

El viaje por carretera duró varias semanas condensadas en unas pocas horas. El joven y Armando recogieron las fotos en el apartamento de Saúl. Él le pidió a su padre que esperara en el carro, mientras armó, velozmente, un portafolio improvisado con las fotografías que encontró.
Las horas sucesivas transcurrieron en un tedio absoluto. Saúl no se despegó del visor; todo el tiempo barrió el paisaje de la vía Cali-Palmira con el lente de la cámara. Incluso en los largos trayectos en los que no tomó ni una foto. Armando siempre miró al frente, sin ver lo que hacía su hijo. La quietud del viaje llegó a su fin cuando el padre se detuvo en un restaurante en la carretera, se dirigió a su hijo y le dijo: “vamos a almorzar”.

- Y este Don Dilinger, ¿a qué se dedica? – .
- Tiene una fábrica de medias, creo, pero le interesa mucho el arte y esas cosas-dice Saúl mientras come una mazorca.
- ¿Medias? je, no pensé que fuera a vender sus fotos tan pronto, Saúl. Lo felicito-.
El joven sigue comiendo y centra su atención en el plato. Armando coge la cámara que está sobre la mesa.
- Es mía, ¿sabía?-
- ¿Qué cosa?-
- La cámara. La compré cuando su mamá y yo estábamos de novios. En ese tiempo incluso revelé un par de rollos con un amigo fotógrafo. Su mamá se veía preciosa en esas fotos, por ahí en la casa están-.
- No tenía ni idea. Yo me la encontré guardada en uno de los cajones de la casa-.
- Sí, cuando nos casamos, y con el trajín de la empresa, ya no la volví a usar- dice Armando antes de contestar su celular.
Observando a mi papá cerrar un negocio por teléfono, la incertidumbre me envuelve. Entre todas las imágenes capturadas, ¿hay alguna llena de significado? Y si no la hay, ¿por qué seguir con algo que sólo no puede llegar a ser más que un hobby? Por un instante dudo, y la vida ejecutiva me parece posible.

Debo encontrar a la mujer de la cicatriz .

VII: Don Dilinger

Abro los ojos; sólo veo puntos difusos de luz, rojos y amarillos. A medida que pestañeo me encuentro con formas de un tiempo pasado: Un balón de fútbol, los afiches de Ana Sofía y la colección de latas de cerveza. Mis pies no caben dentro de la cama en la que estoy acostado. El espacio se siente extraño y pequeño conmigo ahí. Me quedo sentado un momento, mirando todos estos objetos que hace tanto dejé. Aunque pasé años aquí, siento que este cuarto pertenece a otra persona.

Saúl sale de su cuarto. Luego pasa por el comedor en el que sólo quedan los platos y copas sucias de la fiesta. Se acerca a la puerta principal, sin hacer ruido. Antes de abrirla, mira el carro de la familia en el garaje contiguo. En un acto impulsivo toma las llaves del mismo, que están colgadas de un ganchito de madera, y abre la puerta del vehículo, activando la alarma.

-Se llama Don Dilinger, está muy interesado en un portafolio de mis fotos para una exposición de arte urbano en Palmira. Lo que pasa es que tengo que ir hoy mismo, o me pierdo la oportunidad de venderle mis fotos. Es una buena plata- le dice Saúl a sus padres y a su hermano Esteban, quienes se levantaron por el ruido que provenía del garaje.

Mariela, la madre de Saúl recoge los platos mientras escucha las explicaciones de su hijo. Su padre aún sostiene el bate con el que bajó cuando oyó la alarma. Esteban, algo borracho, se sienta al lado de Saúl.
- Yo creo que vos deberías llevarlo, viejo- .
- ¿Yo?, pero es que yo tengo que ir a trabajar a la oficina en unas horas-.
- A mí me parece estupenda la idea de Esteban, mi amor, por qué no lo llevas, mira que es una buena oportunidad para el niño-.
- Si dale, viejo, llévalo, mira que es un buen negocio. Hay gente que paga buena plata por fotos, e igual pasan un rato juntos-.
- ¿Verdad Saúl? ¿Es un buen negocio?-.
- Eh, sí. Buenísimo.
Saúl permanece callado, mientras su mamá y su hermano convencen al padre. La idea de un viaje por carretera con Armando es para él la definición de tedio, pero es su mejor opción para llegar a Palmira.
Después de desayunar, padre e hijo partirán juntos a visitar a Don Dilinger.

lunes, 5 de mayo de 2008

VI. Through the looking lens

0. INTERIOR. SAÚL MONTOYA.TIEMPO AUSENTE. 0

SAÚL tiene puesto un traje formal, varias tallas más grande que él. Él está sentado detrás de un escritorio. Sobre el mismo hay unas fotos cuyas imágenes se escurren hasta el piso del lugar.

En frente de Saúl hay una vitrina que da hacia la calle. Por detrás del vidrio pasa Malena con el sombrero de Saúl puesto. El ruido de las turbinas retumba en el vidrio.

Él corre para alcanzarla, pero se choca contra la vitrina. Al levantarse tiene el sombrero sobre su cabeza.

MALENA (V.O.)

Quedaste con cara de ahuevado

El piso de la oficina se mueve hacia atrás. Todo lo que está detrás de la vitrina se vuelve borroso.

Saúl se agarra del escritorio, mientras el piso se mueve hacia adelante. A medida que avanza el piso, el rostro de la mujer de la cicatriz aparece tras la vitrina.

La oficina se mueve de un lado a otro bruscamente. Saúl da tumbos para un lado y para el otro.

En el vidrio se ven barridos de luces y figuras irreconocibles.

La oficina se detiene. Saúl toma aire, mientras intenta pararse. Frente a él aparece la cara gigantesca de James.

La oficina se mueve de nuevo hacia un lado, y en la vitrina aparece el rostro del padre. El lugar da un giro hacia la izquierda. En la vitrina sale la cara magullada de Saúl.

El joven gatea hasta la vitrina y toca su propio rostro. Al tocarlo, la cara se empieza a agrietar.

El joven retrocede y se esconde detrás del escritorio.

En la vitrina está la imagen de un desconocido, un hombre muy viejo, sin ojos y con surcos profundos en su piel. De los surcos empieza a brotar una luz blanca que descompone los colores que toca.

La luz consume el sombrero de Saúl que está tirado en el suelo. Luego consume el escritorio y finalmente a Saúl.

Todo se desvanece en partículas de luz.

V. Casa Montoya

-¿Y esta joda dónde tiene la pantalla?- pregunta el policía que tiene la cámara de Saúl entre sus manos.

Saúl está sentado en una celda de la comisaría, esperando a que amanezca para irse a su casa. Este tiempo forzado de quietud ha servido para calmar su ímpetu y la búsqueda desesperada de la mujer de la cicatriz. Además el dato de uno de los maleantes con los que se peleó, sobre una mujer llamada “La Palmirana” con las mismas características de la mujer que busca, ha enfocado su esfuerzo hacia una dirección concreta.

El policía hunde el botón del flash y este se dispara. La luz le lastima los ojos. Los otros policías se ríen.

-No me le gastes el flash, que luego cuando lo necesite está sin pilas- Le reclama Saúl.

El policía se acerca hasta la celda, con su macana en alto. Saúl no le presta atención, ni retrocede. El joven pasa sus manos por los barrotes de su celda. Luego se recuesta contra la pared y se sienta en una banca. Se queda mirando una grieta en el techo hasta que oye que alguien abre el cerrojo de la celda.

Su hermano, Esteban, está parado al lado del oficial que abre la puerta. Detrás de ellos Armando Montoya, el padre de Saúl, le pasa unos billetes a uno de los policías.

-¿Mijo y a usted qué le pasó en la cara? Ahora si las metió bien metidas, no- le dice su hermano.

Armando se acerca hasta la puerta, mientras Esteban y el oficial se hacen a un lado. El padre termina de abrir la puerta y mira a Saúl.

-Vámonos- .

Saúl se pone el sombrero, le quita la cámara al oficial y sale con su padre y hermano de la comisaría.

-¿Y ya se graduó Saulito? ¿Qué era que estudiaba?-.

-No tía, acuérdese que él está dedicado a la fotografía-.

-Ay, Súper, ¿y ya te han comprado fotos para revistas?-.

-Bueno, pues...-.

-Fotografía, fotografía. No, yo me acuerdo que él estaba estudiando era algo como psicología. Igual que el hijo de Stella-.

-Sí, soy fotógrafo y...-

-El hijo de Stella está es estudiando fisiología-.

-Y primito, ¿conoces a alguien de las revistas? ¿Cuándo me vas a tomar unas fotos?-

-Yo...no. Me disculpan un momento-.

Saúl se levanta del sofá, ante la mirada de su tía y dos primos. Se aleja de ahí e inhala profundamente, para salir de la asfixiante conversación. El joven ve una mesa donde están los licores y decide servirse un trago.

La familia Montoya se reúne alrededor de la mesa. Armando, el padre, está en la cabecera frente a un pastel de cumpleaños. Todos los presentes le cantan feliz cumpleaños al unísono.

Saúl coge una botella y se va caminando, balanceándola, hasta la puerta de la sala. La abre y sale al patio. Ahí, se sienta mientras bebe desaforadamente un licor amargo que no logra distinguir. El joven canta, desafinado, la canción de feliz cumpleaños que oye a lo lejos; mientras se va quedando dormido.

Armando apaga las velas y todos sus familiares le aplauden. Mariela, la mamá de Saúl, lo abraza y le da un beso en la boca. Los presentes vuelven a aplaudir y brindan por el patriarca de la familia.

-¿Dónde está el niño?- pregunta Mariela.

Armando y Mariela salen al patio donde encuentran a Saúl dormido sobre el pasto, mientras el resto de la familia murmura a sus espaldas.

III. Negativos

Bajo una luz rojiza, sumerjo tus fotos, esperando tercamente encontrar algo más que oscuridad. El dorado que tan amorosamente fotografié en tu rostro escapa por más que insisto en fijarlo entre químicos. Hace horas trabajo en tus fotos sin encontrar lo que busco.

En los contactos quemados veo sombras de lo que ocurrió aquella tarde. En ellos, intento escuchar tu nombre, a través de la marea de carros en la calle entre nosotros. Veo que tus labios se mueven, murmurándome una verdad oculta, pero no te oigo. Sin cuidado me acerco para saber lo que dices, pero debo dar un salto hacia atrás, de manera instintiva, para escapar de un auto que casi me atropella. Lo primero que hago es tomar mi sombrero de la carretera, para que no termine enredado bajo las llantas de un carro. Luego levanto mi vista y ya no estás en la acera del frente. Finalmente, veo mi cámara que se ha estrellado sobre el pavimento, abriéndose y dejando al descubierto los negativos que inútilmente intento revelar ahora.

Entre estos cuadros negros de papel fotográfico está la mejor foto que he tomado en mi vida. En ella veo la Loma de la Cruz en una tarde calurosa. Así como un sombrero que la brisa de Agosto lleva hasta ti. Después estamos los dos. Yo a tus pies, admirándote mientras recojo mi sombrero.

Una cicatriz divide tu cara en dos y la luz conspira para aumentar el contraste. Eres luz y sombra; mi lente anhela descubrirte. Te sigo con mi cámara hasta que cruzas la calle, tú sólo te ríes ante mi entusiasmo. Al ver que te vas, dejo mi cámara a un lado y te pregunto tu nombre.

En los siguientes negativos encuentro una foto que se ha salvado, desafortunadamente es la que menos quiero ver. Hay un cuadro sobreexpuesto de Esteban en el restaurante. En ella se ven los platos apilados, con restos de comida, los vasos casi vacios y la cara de mi hermano, con una sonrisa conciliadora. Amplio esta foto y en su grano estallado escucho la invitación al cumpleaños de mi padre, mis excusas para no asistir y los reproches de Esteban, que me llevan a salir de manera presurosa del lugar y me dirigen sin sospecharlo hacia ti.

Al final del día, sólo quedan unos negativos quemados en la papelera y en ellos algunas rayas blancas en las que desesperadamente intenté encontrar tu cicatriz.

domingo, 20 de abril de 2008

II. Dos amantes bajo un sombrero

                                                                        


1 INTERIOR.APARTAMENTO DE SAÚL.DÍA. 1

SAÚL sale del baño con una toalla sobre su cintura. Toma
la nota de Esteban que está sobre la mesa. Se sienta en la
cama y pasa la nota entre sus dedos. Vuelve a dejarla
sobre la mesa. Toma el sombrero que está sobre la cama y
se lo pone. Se lo acomoda de manera que le cubre los ojos.


2 EXTERIOR.PARQUE DE SAN ANTONIO.DÍA 2

La mano de MALENA levanta el sombrero que cubre los
          ojos  de Saúl.                                                      

Ella juega con el entre sus manos, mientras va caminando
de manera coqueta hasta un muro donde dos tipos tocan la
guitarra. Malena se pone el sombrero y baila.

Saúl destapa el lente de su cámara y se acerca de forma
sigilosa a ella. Cuando esta a punto de tomarle una foto,
ella le mete los dedos al lente.


3 EXTERIOR.ENTRADA AL APARTAMENTO DE SAÚL.DÍA. 3

El pomo de la puerta gira hacia la izquierda.

La puerta se abre.Saúl sale de su casa. Tiene la cámara en
su mano. Se la lleva al hombro. Mira de nuevo la nota y
la arruga entre su puño. Cierra la puerta de su casa desde
afuera.


4 INTERIOR.APARTAMENTO DE SAÚL.NOCHE 4

Se escucha que alguien golpea la puerta. Malena entra a la
habitación a través de la ventana. Lleva un paquete marrón
en sus manos.

Malena se desnuda y pone un disco de Frank Sinatra. Se
acuesta en la cama de Saúl y revisa unos contactos con una
pequeña lupa que saca del nochero.

MALENA
Esta sí, esta no, esta
sí,no,no,no,no,esta sí

Ella marca las fotos que le gustan con un marcador rosado.
Al terminar de revisar los contactos, se acuesta boca
abajo en la cama, mirando hacia la puerta. Luego rompe el
paquete marrón y saca un sombrero de hombre. Malena se
         lo  pone.                                                         

Suenan unas llaves en la puerta. Malena se apresura a
sacar una cámara digital de su bolso. Saúl abre la puerta,
ve a la chica desnuda y deja caer la llaves. Ella le toma
una foto.

MALENA
Quedaste con cara de ahuevado

SAÚL
Dame esa cámara, bribona

MALENA
(Sacándole la lengua)
No quiero

Él la persigue por la pequeña habitación, e intenta
agarrarla por sus brazos y cintura desnuda. Finalmente,
Saúl se tropieza con la grabadora que esta en el piso y se
lastima un dedo.

Se sienta en la cama, para revisar su uña. Malena se le
acerca en actitud de reconciliación. Él la ignora. Ella se
sienta a su lado y se mete bajo su brazo a la fuerza. Saúl
la mira con ternura, sólo para echarse sobre ella un
momento después. Ella protesta, pero el joven saca su
cámara y la enfoca.

MALENA
(Tapándose la cara con el
sombrero)
Noooooooo

Saúl le levanta un poco el sombrero y le toma una foto.
Suenan los carros pasando por una calle de Cali, al
mediodía.


5 EXTERIOR.ANDEN LOMA DE LA CRUZ. DÍA. 5

Saúl corre a través del anden de la calle quinta, tomando
fotos a la altura de las llantas de los vehículos que
pasan. Dispara una y otra vez, de manera frenética. Oye un
sonido que proviene de su cámara.

Se detiene y la abre, se encuentra con un rollo que se ha
reventado. Lo tira a una fuente que se encuentra cerca.El
negativo se sumerge.

Saúl detiene un bus y se sube. Suena la registradora del
bus.


6 INTERIOR.APARTAMENTO DE SAÚL.NOCHE. 6

Un encendedor zippo es cerrado. Saúl se lleva un cigarillo
a la boca, mientras permanece acostado desnudo en su
         cama. Malena está frente a la ventana, desnuda. En su cuerpo 
         se  reflejan destellos dorados,azules y verdes.                   

MALENA
Vamonos juntos.

SAÚL
No, vete tú.

MALENA
Tómame una foto, vamos.

SAÚL
No hay luz. Vete ya.

MALENA
No tienes porque ser así. Aún
tenemos tiempo.

SAÚL
Vete.

Malena se mete entre las sábanas con Saúl. Él tiende
la cabeza sobre su regazo, mientras le soba las piernas.
La luz del amanecer que entra por la ventana, los
ilumina. Saúl se pone el sombrero sobre sus ojos. Suenan
las turbinas de un vehículo aereo.

SAÚL
Vas a perder tu vuelo, Male.


7 EXTERIOR. ENTRADA AL RESTAURANTE . DÍA. 7

En el cielo se ve un avión que sobrevuela la
ciudad. Saúl lo mira, mientras se cubre de la luz
con su sombrero. Él se queda mirando el cielo hasta que el
sonido del avión desaparece.

Saúl entra al restaurante.

viernes, 18 de abril de 2008

I. Pequeñas delicias de una vida no conyugal


El día de hoy se me antoja azul.

Te miro bajo el amanecer en el espejo, eres extraña y dorada. Ayer me cautivaste caminando por las calles de Cali, mientras yo procuraba capturarte con mi lente.

Al anochecer te atrapé, descubriéndote entre canciones de Sui Generis y copas de ron. Ahora te dejo; tan hermosa como te encontré, tal vez más, con la complicidad de esta luz.

Entre los estragos de la noche anterior, Saúl toma su cámara y su sombrero. El fotógrafo le da un beso en la boca a la mujer, sin despertarla. Después abandona la habitación para siempre.

A través de mi lente veo una procesión de caras grisáceas por las calles desteñidas. El sonido de sus carretillas es la banda sonora del trasnochado, como yo, pero sus rostros se pierden en la bruma azul. Bajo esta luz tan lúgubre, mi cámara se vuelve un lastre al hombro.

Un olor familiar reconforta al fotógrafo vagabundo y le avisa que su hogar está cerca. Es el pan recién hecho de la tienda de Doña Gloria. Saúl saluda a algunos de los bohemios habituales del lugar, que beben café, sentados sobre la acera, como en un gesto subversivo contra los transeuntes que se dirigen presurosos a sus trabajos.

Saúl entra al lugar, donde la dueña le sirve su tinto, sin necesidad de pedirlo. Además le entrega algo inesperado, una carta.

- Saulito, te la dejó un tal Esteban-
- Mi hermano. Debe ser con motivo de alguna reunión familiar: una boda,un accidente, un entierro, una herencia o otro intento de mi padre de sacarme de mis malos pasos.-
-Saúl, calle esa boca, no vaya a atraer la mala suerte-
-No me preste atención, mi doña. Son cosas de familia. -


Proximamente:
II. Amantes Desnudos bajo un Sombrero

viernes, 11 de abril de 2008

Un sombrero, una mujer, la cicatriz, una foto

I
Saúl se despierta en la cama de una modelo con la que estuvo la noche anterior, nunca la volverá a ver. Se va caminando hasta su casa, buscando algo para fotografiar, sin éxito. Al llegar a su barrio, entra a la panadería donde Doña Gloria quien le da una nota de su hermano.

II
Sául se viste para salir a cumplir con la cita propuesta en la nota. Al ponerse el sombrero recuerda a la mujer que se lo regaló y no ha dejado de amar: Malena. Rememora sus paseos por el parque de San Antonio, la renuencia de ella para dejarse fotografíar, cuando le regaló el sombrero, su última noche juntos y cómo Malena se fue para Argentina.

III
Al mediodia, el fotógrafo se reune con su hermano,Esteban, a almorzar. Él intenta persuadir a Saúl para que hable con su papá y arreglen sus diferencias. Lo invita a una comida que se va a realizar por el cumpleaños de el padre. A Saúl lo indispone la plática, pone la plata sobre su mesa y se va del lugar.
Por la tarde, el joven se encuentra trabajando en la Loma de la cruz. Recorre todo el lugar a través de su lente, sin encontrar que fotografiar. Una rafaga levanta el sombrero de su cabeza, el mismo llega hasta los pies de una mujer que le llama mucho la atención. Ella tiene como rasgo distintivo una cicatriz atravesando su cara de mejilla a mejilla. Saúl se deleita fotografiandola por todo el parque, hasta que ella atraviesa la calle 5. El fotografo le pregunta su nombre, pero no lo oye a través del bullicio de los carros. En su ensimismamiento, se mete a la plena calle, intentado escucharla mejor, pero un carro casi lo atropeya. La cámara se cae y el rollo se abre, velando el negativo. Saúl busca a la mujer con su mirada, pero ella ya no está.

IV
Al otro día, Saúl está en una sesión fotografiando a una modelo, pero con cada click, siente un malestar profundo. Cada foto le hace más distante el recuerdo de la chica con la cicatriz. Él huye del lugar
Saúl sale a la calle, tomando fotos de manera desesperada, intentando capturar destellos e imagenes que le recuerden a ella. Recorre la loma de la cruz, de nuevo, preguntado por la misteriosa mujer, pero el único dato que consigue es que en ocasiones vende sus joyas artesanales frente al Teatro Municipal.
En su búsqueda frenética de imagenes, se topa con un joven cerca al Teatro Municipal, al cuál le toma una foto porque tiene un aire parecido al de la chica de la cicatriz; es James. Esta foto inesperada, molesta de sobremanera a este joven; quien junto con unos amigos pelean con Saúl. Pronto llega la policia, y captura a Saúl y a dos muchachos que no se alcanzaron a volar, James se escapa. Durante la pelea, Saúl alcanzó a escuchar a uno de sus agresores hablar de "la palmirana", y cree que esta puede ser una pista para encontrar a la mujer que busca.

V
Saúl está detenido en la comisaria. Uno de los policias lo reconoce y llama al papá. Al rato, su padre y su hermano, Esteban, llegan a pagar su fianza y se lo llevan con ellos a la casa. Al llegar a la casa materna, el fotógrafo ve que están en plena celebración del cumpleaños de el papá. La situación se torna muy incomoda para él, y recibe reproches de varios de los familiares ahí presentes. De todas maneras, decide permanecer ahí, al menos hasta que acabe la fiesta, y se toma varios tragos para soportar la situación.

Unas horas después, Saúl se levanta en su vieja cama, cobijado. Sale de ahí y decide tomar el auto de la familia, para irse a Palmira en busca de la mujer de la cicatriz; pero al intentar abrir el carro le enciende la alarma. Pronto, toda la familia baja, con el padre de bate en mano, para ver quién está ahí.

VI
En la madrugada, los padres le exigen a Saúl una explicación de su comportamiento. El les inventa una historia sobre un hombre palmirano que le quiere comprar varias fotos, para una exposición, pero sólo si se las lleva, a mas tardar, ese mismo día. La madre y el hermano le sugieren al padre que acompañe a Saúl hasta esa ciudad. A él no le gusta mucho la idea, pero cede ante la presión familiar. Saúl la acepta, porque cree que es su mejor opción de llegar pronto a Palmira.

En el viaje por carretera, ambos hablan muy poco. Saúl toma algunas fotos a través de la ventanilla del carro, que le recuerdan a aquella mujer. Al mediodía, se detienen en un pequeño restaurante cerca a Palmira. Durante el almuerzo, el padre hace un intento por hablar con el joven. Discuten sobre la decisión de Saúl de abandonar sus estudios, su estilo de vida y la falta de aceptación del padre. Al terminar de comer, siguen su trayecto a Palmira en el carro, Saúl se queda dormido.

VII
Saúl está detrás de un escritorio, vestido con un traje formal, varias tallas más grandes que él. En frente tiene una pared que parece ser una vitrina. A través del vidrio ve pasar a Malena, el se abalanza tratando de alcanzarla pero se golpea contra la pared. Su oficina se empieza a mover hacia atrás y hacia adelante. Lo que está detrás de la vitrina, se ve enfocado o desenfocado dependiendo de los movimientos de la oficina, el joven intenta agarrarse de su escritorio para no caerse.

Subitamente, la oficina empieza a moverse bruscamente de un lado a otro, sólo se ve un borrón a través del vidrio. Todo se detiene, y tras el vidrio está el rostro enorme de la mujer con la cicatriz. La oficina se vuelve a mover, y se detiene en la cara de James; luego en la cara del padre; más adelante en la cara de Saúl magullada; finalmente en una cara desconocida, llena de marcas y sin ojos. Saúl intenta esconderse tras el escritorio porque siente que esa cara va a devorarlo. Todo empieza a desvanecerse en partículas de luz.


VIII
Saúl es levantado por su padre, quien le pregunta dónde es la oficina. Saúl, aun nervioso, señala el primer edificio que ve. Él insiste en entrar sólo, pero su padre se niega. Ambos entran a la sala de espera, pero Saúl se excusa un momento para salir a fumar un cigarrillo. En ese momento, sale a buscar a la mujer. El padre le pregunta a la recepcionista por el comprador de las fotos, y se da cuenta que su hijo le ha mentido; se va a buscarlo.

Un mendigo se acerca a Saúl, este le da unas monedas y le pregunta por una chica con una cicatriz. El mendigo le dice donde puede encontrarla, pero le advierte que tenga cuidado.

Saúl llega al barrio donde vive la mujer. Al pasar por una tienda, James lo ve y toma un palo para atacarlo. Antes que el fotógrafo se de cuenta, este hombre lo golpea, mientras le advierte que los deje en paz. De repente un hombre toma a James por el brazo y lo noquea de un puñetazo, es el padre de Saúl. Otros muchachos de la tienda, atacan al Señor Montoya, pero este se defiende y cubre el cuerpo caído de su hijo.

IX
La mujer de la cicatriz sale de su casa y con un grito hace que los muchachos se detengan. El padre de Saúl se acerca hasta él, y se da cuenta que no respira. El padre le da respiración boca a boca al hijo, mientras le pide que despierte, este finalmente reacciona.

La mujer les pide que entren a su casa. Donde les explica por qué James hizo lo que hizo. En el lugar hay un hombre ciego y con muchas cicatrices en su cara, sentado en una silla. Es su padre. La mujer les cuenta la historia del padre, un sicario que lo tenía todo y lo perdió, junto con su vista, en un atentado fallido. Al que sus enemigos no dejaron en paz después de esto, y a cuya hija dejaron marcada de por vida, como parte de su venganza. Finalmente, el padre se refugió en un humilde barrio de Palmira con sus hijos, deseando que lo olvidaran,y le dejaran sufrir sus últimos años en paz.

La chica de la cicatriz, se sienta en el suelo al lado del padre, le toma una mano y se la acaricia. Él le soba la cabeza, mientras se esfuerza por no llorar. Es una escena muy conmovedora para Saúl y el padre. Saúl, aun maltrecho, les toma una fotografía. En ese momento, una luz igual a la de la primera foto que le tomó a la muchacha, atraviesa los rotos entre las tejas del lugar, y lo ilumina todo. El padre de Saúl le dice "Es una foto muy bella".

X
Saúl se despide de la chica, y le da su dirección para que lo visite un día que esté en Cali. Antes de irse, recuerda que no sabe su nombre y se lo pregunta. "Aura" ella responde. El joven le da un abrazo y le agradece. Luego se va con su padre.

Atardecer. Saúl está recostado en el hombro de su padre; van en el carro camino a Cali. Al pasar el reten entre Cali y Palmira, el sombrero de Saúl se vuela por la ventanilla. El joven se reincorpora y le pide al padre que se detenga. El padre se niega, pero ante la insistencia de Saúl, se detiene en la mitad de la carretera.

El joven cojea y pasa por debajo del peaje; lo que causa que los empleados y la policia salga detrás de él. Al otro lado del peaje, encuentra su sombrero a los pies de una chica que vende dulces. Al verla, el joven se siente emocionado y le pide que le deje tomarle unas fotos. Antes que ella responda, la toma del brazo y corre con ella, mientras la autoridad los persigue. Le toma fotos entre los carros que se encuentran atascados, al tiempo que esquiva a la policía. Ella posa, desconcertada, pero emocionada. El padre ve todo lo que ocurre y no puede evitar sonreír, por su hijo, el fotógrafo. Anochece.


FIN






miércoles, 9 de abril de 2008

Títulos

- La cicatriz y el fotógrafo.
- Detrás de una foto.
- La búsqueda de Saúl.
- Un sombrero, una chica, una foto.

A Color

En ocasiones creo que el color no existe. Puedo pasar días enteros, en que la ciudad de Cali se me antoja blanca & negra. Pero luego llegas tú, una tarde casi al atardecer y eres dorada. Todos lo somos cuando estamos ante ti. Ella también lo era, desnuda en mi cama, iluminada por las farolas a través de mi ventana; tu luz es su misma luz.

Y por un momento, mientras me encuentro contigo, yo también lo soy.




viernes, 4 de abril de 2008

Bar Italia

Bar Italia, doce menos cuarto. Tras un día entero de averiguar por Malena en todas las escuelas de danza de la ciudad, sin resultados, Saúl se encuentra con Daniela, una modelo colombiana que lo acompañó en su viaje. Los dos entran a este lugar, donde se encuentran con una vieja amiga de la modelo: Marianella. Ella esta danzando entre dos amigas, con una copa de un cóctel verde en una de sus manos. Lo primero que nota Saúl son las enormes gafas con marco blanco que tiene puestas. Al ver a Daniela, la joven se les acerca y saluda, después de las introducciones respectivas, se sientan en una de las mesas del lugar.


-¿Y vos que haces? ¿Esa es tu camarita? No tiene ni pantalla, corazón.-
-Con el lente es suficiente, las pantallas tienden a ocultar antes de mostrar.-
-!Y ese acento! Saúl dijiste que te llamabas, sos colombiano, verdad nene, ¿es este el famoso sombrero voltiao de ustedes? Está lindo, !re foclórico!-
-Es un sombrero de detective-
-!Pero bueno! Si estas aquí en plan de trabajo , ¿te mandó a averiguar por mi esta chica? Que amiguitos tan raros los tuyos Daniela.-
-Podría decirse que si estoy averiguando, pero no te preocupes, no es por ti.-
-Esperate, esperate, esperate, me re mata está canción.-


Marianella se para de la mesa y toma la mano del primer hombre que encuentra en la pista. Baila con él de manera acelerada y sensual. A Saúl, sus movimientos le resultan exagerados y casi grotescos, a comparación de la fragilidad y belleza de la danza de Malena.


-¿Insoportable verdad?-
-Es simpática, tiene algo que me gustaría fotografiar, pero se pierde en su acelere. Quisiera verla quieta por un instante.-
-Uhm, veo. ¿Sabes que esta fingiendo verdad?-
-¿Sobre qué?-
-Sobre todo, es la farsante más grande de este mundo. !No va a conocer un sombrero voltiao! como si toda esa desgraciada familia de ella fuera en verdad de las altas élites argentinas. Yo lo sé todo sobre ella, Saúl.-
-¿Qué buscas realmente aquí en Argentina, Daniela?-
-La verdad, Saúl, nada más.-
-Ah, sí. Yo ya he estado en esas, pero no te lo recomiendo a ti. Tu busqueda me parece más una venganza.-
-!No me importa! Tú tienes tus motivos para venir hasta acá y yo los míos.-

Daniela toma su bolso y se levanta de la mesa sin despedirse de Saúl. Él la sigue con la mirada hasta que atraviesa la puerta del Bar.

-¿Dónde esta ella? ¿Tan pronto se cansó de mi?, es que llevarme el paso no es fácil, puedo estarme horas y horas bailando, y al final me veo tan espectacular como comenzé, no es nada fácil ser yo, corazón.-
-Me lo imagino, aunque yo te veo un poco cansada; tu cara, ya no tiene el mismo tono de hace unas horas.-
-¿Qué queres decir? Si me veo divina ¿crees que podes venir aquí con tu camarita y la chica esta y decirme que no me veo espectacular?-
-No te ves espectacular ¿por qué no te sientas? Quedate quieta, un minuto.-
-Pero... ¿que te dijo ella de mi?-
-No mucho, aun, pero lo que no me ha dicho, sospecho que es muy grave.-
-!Todo es mentira!-
-Si tú lo dices. De todos modos, yo tengo que ir a otra parte, ya sabes, a hacer averiguaciones.-
-Quédate, cinco minutos.-


En los siguientes diez minutos, no se pronuncia una palabra. Saúl permanece sentado, moviendo el lente de su cámara impacientemente. Marianella se quita sus enormes gafas blancas y las deja sobre la mesa, después se recuesta sobre la misma. Su cabello le cubre casi toda la cara, sólo uno de sus ojos se asoma. Se le nota cansado, rodeado por ojeras y con unos vasitos rojos estallan en su interior. Saúl le toma una foto a su rostro en primer plano. Marianella retoma su postura y se pone las gafas rapidamente.


Fueron los diez minutos más silenciosos de sus vidas.

viernes, 28 de marzo de 2008

Revelado

Saúl y su padre están sentados en un restaurante de Palmira. Hace dos horas esperan al comprador de arte que motivó su viaje a la ciudad. Él no va a llegar.

A Saúl no le preocupa que su padre descubra la mentira. Sin embargo, la prolongada espera en ese lugar lo tiene intranquilo. Él siente incertidumbre sobre sí encontrará a la mujer de la cicatriz y esto le aviva lo que ha sentido desde que abandonó la escuela para dedicarse a la fotografía: la idea de que él no es un buen fotógrafo.

El joven todos los días busca afanosamente capturar una imagen llena de significado y pasión, sólo para fallar una y otra vez, y obtener únicamente fotografías que son agradables o atractivas, pero nunca trascendentes.

Saúl ha tomado dos grandes fotos en su vida: la de Malena, desnuda bajo su sombrero, y la de la muchacha de la cicatriz, perdida en un rollo velado. La primera es demasiado suya y aun dolorosa para dársela a conocer al mundo. Esta le recuerda que tuvo miedo cuando Malena le pidió que se fuera a Buenos Aires con él. Saúl no sentía que merecía a ir a aquel lugar con ella, Malena se lo había ganado con su talento, él no.

La segunda foto lo lleva hasta Palmira, sin tener la certeza de que encontrará algo. En ese momento, sentado con su padre, esperando a un comprador que nunca llegará, Saúl teme que su padre haya tenido la razón todo el tiempo. Tal vez debió quedarse en la universidad, volverse el psicólogo que selecciona el personal en la empresa del padre, comprar una casa y casarse, dejar la fotografía como un hobbie para los fines de semana; tal vez no. Sólo al encontrar a la mujer de la cicatriz estará seguro.


martes, 18 de marzo de 2008

Shortcuts

- Es posible que Saúl se encuentre con Pablo jalando su carretilla por las calles de Cali. Tal vez le llame mucho la atención su aspecto, e intente conocerlo y tomarle una foto. Incluso puede hacer que se pregunte sobre cómo esta su propio padre.

- Saúl se puede encontrar con Don Marino en la misma cafeteria de San Antonio, a la hora del desayuno. De pronto ya se conocen y se reunen para dialogar sobre el arte de cada uno. Quizas en esa oportunidad los dos esten indispuestos, Saúl por no saber donde puede encontrar a la mujer de la cicatriz y Marino por el secuestro en que lo tienen las instituciones bancarias.

- Una opción es que el pordiosero que ayuda a Saúl en Palmira, tenga una percepción diferente de la realidad y que se mantenga en un monólogo eterno sobre cosas que van a ocurrir. Que le advierta a la gente sobre los Jai Force que van a matar a todos y a cada peatón le pregunte si es Warren, incluyendo a Saúl. Puede darle las instrucciones para llegar al barrio de la mujer que busca, pero advertirle que se cuide, pues hay personas que no quieren que él esté con Jay.


Storyline

Saúl es un fotógrafo, que está distanciado de su padre. Una tarde, le toma fotos a una desconocida muy atractiva, pero el rollo se vela. En la búsqueda de esta mujer, se mete en problemas y se reencuentra con su familia. Saúl junto a su padre viajan a Palmira, donde conocen a la mujer; al tiempo que se da un acercamiento entre ellos.



sábado, 8 de marzo de 2008

Tres Mujeres.

I

Amanece. La luz del alba penetra a través de la cortina entreabierta. Saúl se despierta, como siempre, con la salida del sol. Mira a su alrededor, el lugar le resulta extraño. Fija su atención en un espejo; primero ve el reflejo de la ventana, luego a la bella mujer desnuda que yace junto a él en la cama. Mientras se viste recuerda cada momento de su romance. La mañana en que la conoció cruzando el puente de El Paseo Bolivar. Las fotografías que le tomó, caminando en la tarde por el centro de Cali; luciendo más bella en cada encuadre. La noche que empezó con ron y Sui Generis, y terminó con un abrazo cercano y silencioso, como si hubieran sido amantes por años. Ahora, Saúl parte; toma su cámara y su sombrero gris. Observa por última vez a aquella mujer. La luz del alba la hace ver particularmente pura, alumbrando sus ojos cerrados y bordeando sus senos. Saúl se siente tentado a tomarle una foto más, pero no lo hace. Para él, dejarse fotografíar es entregarse al otro, poner el alma en sus manos. Tomarle una foto a alguien sin su consentimiento es una agresión.
El fotógrafo le da un beso en los labios a la mujer, sin despertarla. Después abandona la habitación para siempre.

Suenan las carretillas tiradas por hombres que buscan su sustento. Las calles están desiertas y húmedas. El clima es aun frio. Saúl camina con su cámara atada al hombro. De vez en cuando se lleva el lente a su ojo. Es una mañana azul; el fotógrafo no encuentra que fotografiar.

Saúl llega a su barrio, San Antonio. Huele a pan recién hecho y algunos clientes toman café en la acera frente a la panadería de Doña Gloria. El joven se antoja de un tinto bien caliente. Se acerca al mostrador y saluda a la dueña del lugar.

-Buenas Doña Gloria, ¿bonito día verdad?- en tono irónico
- Hola Saulcito, ahí un poquito frío, mijo ¿Trabajando hasta tarde?-
- Si mi doña, cuando uno se inspira, no se le puede poner horario a la creación-
-Esa es la vida del artista- dice mientras le sirve un café.
- ¿Y eso que esta tan arreglada esta mañana, mi doña?¿Quién es el afortunado? Se ve usted radiante en este día tan opaco -dice mientras se toma el cafe.
(Doña Gloria le sonríe, pero no le responde)
- Saulcito, usted siempre igual de terrible, no. (revisa detrás del mostrador) Antes de que se me olvide un señor le dejó una nota ayer, creo que se llamaba Esteban-
- Mi hermano. Debe ser con motivo de alguna reunión familiar: una boda,un accidente, un entierro, una herencia o otro intento de mi padre de sacarme de mis malos pasos.
- Saúl, calle esa boca, no vaya a atraer la mala suerte- le dice al pasarle la nota.
-No me preste atención, mi doña. Son cosas de familia. - toma la nota, paga y se va.

II

El agua fría cae sobre la cabeza de Saúl. Aun en esa gélida mañana, la ducha le resulta reconfortante. Al salir del baño, el joven organiza sus implementos de fotografía. Abre la cortina para iluminar el lugar. Pone un disco de The Clash para amenizar la mañana, suena Jimmy Jazz de fondo. Saúl silba la tonada, al tiempo que saca el rollo de la cámara. Lo guarda cuidadosamente en un tarrito negro. Piensa en las fotos que le tomó el día anterior a esa modelo, esta ansioso por verlas, pero debe esperar hasta el viernes. Ese día su amigo y maestro, Don Fermín, le presta su laboratorio para revelar. Así, deja el tarrito junto a otros dos encima de una copia de El Principito que reposa sobre la mesa de noche

Saúl carga un nuevo rollo en su cámara; después se viste. Toma su sombrero, pero antes de ponerselo se acuerda de la nota que le dio Doña Gloria. Se sienta en la cama, deja su sombrero a un lado y lee la nota. Es una invitación de su hermano, Esteban, para almorzar. " 12:30, Café los Turcos". El joven sonríe, arruga el papel y levanta su sombrero de nuevo. Al ponerselo recuerda a la mujer que se lo regaló, Malena.

III

Caminabamos por el parque de San Antonio. Yo con mi cámara, esperaba un descuido de Malena para atrapar su belleza. Ella agitaba los bordes de su falda y cubria su rostro para negarme una foto. Ante mi insistencia y proximidad, Malena le metía los dedos al lente. Así cegaba mis impulsos. Yo me sentaba, molesto, a limpiarlo. Ella se reía, sentada a mi lado. Muy pronto se aburría y se iba a escuchar a cualquier músico que tocaba en el lugar. Malena bailaba al ritmo de los acordes. Yo la miraba a lo lejos, tratando de entenderla.

Viviamos casi juntos, aunque ninguno pasaba toda la noche en la casa del otro. Por dos meses, andabamos juntos por la ciudad de Cali. Yo la admiraba en el conservatorio mientras bailaba; ella me acompañaba a tomar fotos. Por las noches veiamos películas, de su amor platónico, Jean Paul Belmondo; o de mi director favorito, John Cassavettes. Las discutiamos solos, o con amigos. Entre sabanas o entre copas. Cuando ya nada de luz entraba por nuestra ventana, nos amabamos.

La última noche, Malena estaba desnuda frente a mi ventana. La observaba mientras me fumaba un cigarrillo. Los destellos verdes y azules de la ventana envolvían su cuerpo. Malena se alistaba para partir la mañana siguiente. Su destino, Argentina; su motivo, el baile. Esa noche pensaba en el día que me regaló mi sombrero; la manera en que correteamos, jugamos y cómo le tomé una foto. La única foto que le logré tomarle en dos meses.

Malena se metía conmigo entre las sabanas por última vez. Yo no estaba de humor para pedirle una foto más, me sentía como un mendigo con la sóla idea de hacerlo. Tendía mi cabeza sobre su regazo, mientras le acariciaba las piernas. La luz del alba irrumpia en el cuarto e iluminaba nuestro último momento juntos. Sabía que ella tenía que partir, pero eso no lo hacía más fácil. Ella sabía que tenía que terminar ese día; su camino estaba en otra parte. Me ponía el sombrero para cubrir mis ojos. Malena se vestía y me acariciaba la espalda. Yo no la miraba; ella se iba. La puerta se cerraba. Me quedaba sólo, bajo mi sombrero.









viernes, 29 de febrero de 2008

5 X 2

I. Lo que es.
Saúl se pone el sombrero. La prenda que cubre su cabeza, dispara el recuerdo de Malena.
Saul y Malena caminan por la plaza de San Antonio. El fotógrafo lleva su cámara en la mano, la mujer camina agitando su falda por los bordes. Saúl le va a tomar una foto, pero ella se cubre la cara con las manos. El fotógrafo insiste, pero ella se echa a correr por el parque. Finalmente, el fotógrafo la tiene lista para un Close-Up, pero Malena le mete los dedos en la lente antes de que la pueda capturar. El joven molesto se sienta en uno de los muros y limpia el lente. Malena se echa a reír, sentada en el piso al lado de Saúl. Pronto se aburre de estar ahí y se va a escuchar la música que toca un guitarrista en otro lado del parque. Malena baila al ritmo de los acordes flamencos del músico, mientras Saúl la ve a lo lejos, tratando entenderla.
Malena esta desnuda frente a la ventana del cuarto de Saúl. El fotógrafo esta en la cama y fuma. Él mira los destellos verdes y azules que envuelven el cuerpo de ella. Es la última noche, juntos. Malena se alista para partir la mañana siguiente. Se mete entre las sábanas del fotógrafo por última vez. Esa noche no se toman fotos; Saúl no está de humor. Él tiende su cabeza sobre el regazo de la mujer, mientras le acaricia las piernas. La luz del alba irrumpe en el cuarto de Saúl e ilumina su último momento juntos. Él sabe que ella debe partir, pero eso no lo hace más fácil. Ella sabe que hoy tiene que terminar, su camino está en otra parte. Él se pone el sombrero, de manera que le cubra los ojos. Ella se viste y le acaricia la espalda. Saúl no la mira. Malena se va. Él no la sigue.
II. Lo que fue.
Saúl se puso el sombrero; la prenda en su cabeza le disparó el recuerdo de Malena.
Saúl y Malena caminaron por el parque de San Antonio. El fotógrafo llevó su cámara en la mano, la mujer caminó agitando su falda por los bordes. Saúl le iba a tomar una foto, pero ella se cubrió la cara con las manos. El fotógrafo insistió, pero ella se echó a correr por el parque. Finalmente, el fotógrafo la tenía lista para un Close-Up, pero Malena le metió los dedos en la cámara antes de que la pudiera capturar. El joven, molesto, se sentó en uno de los muros y limpió el lente. Malena se río, sentada en el piso al lado de Saúl. Pronto se aburrió de estar ahí y se fue a escuchar la música que un guitarrista tocaba al otro lado del parque. Malena bailó al ritmo de los acordes flamencos del músico, mientras Saúl la vio a lo lejos, tratando de entenderla.
Malena estuvo desnuda frente a la ventana de Saúl. El fotógrafo estuvo en la cama y fumó. Él miró los destellos verdes y azules que envolvían el cuerpo de ella. Era la última noche, juntos. Malena se alistó para partir la mañana siguiente. Se metió entre las sabanas del fotógrafo por última vez. Esa noche no tomó fotos, no estaba de humor. Él tendió su cabeza sobre el regazo de la mujer, mientras le acariciaba las piernas. La luz del alba irrumpió en el cuarto de Saúl e iluminó su último momento juntos. El sabía que ella debía partir, pero eso no lo hizo más fácil. Ella sabía que tenía que terminar ese día, su camino estaba en otra parte. Él se puso el sombrero, de manera que le cubriera los ojos. Ella se vistió y le acarició la espalda. Saúl no la miró. Malena se fue. Él no la siguió.
III. Lo de siempre.
Saúl se ponía el sombrero, esa pieza le disparaba el recuerdo de Malena.
Saúl y Malena caminaban por el parque de San Antonio. El fotógrafo llevaba su cámara en la mano, la mujer caminaba agitando los bordes de su falda. Saul estaba por tomarle una foto, pero ella se cubría la cara con las manos. El fotógrafo insistía, pero ella se echaba a correr por el parque. Cuando el fotógrafo la tenía lista para un Close-Up, Malena metía los dedos al lente de la cámara, antes que la pudiera capturar. El fotógrafo molesto se sentaba y limpiaba la cámara. Ella se reía, sentada en el piso al lado de Saúl. Pronto se aburría de estar ahí y se iba a escuchar a los músicos que tocaban en algún lugar del parque. Malena bailaba al ritmo de los acordes flamencos de la música. mientras Saúl la veía a lo lejos, tratando entenderla.
Malena estaba desnuda frente a la ventana de Saúl. El fotógrafo estaba en la cama y fumaba. Él miraba los destellos verdes y azules que envolvían el cuerpo de ella. Siempre era su última noche, juntos. Malena se alistaba para partir la mañana siguiente. Se metía entre las sabanas del fotógrafo por última vez. Esa noche, Saúl no tomaba fotos, no estaba de humor. Él tendía su cabeza sobre el regazo de la mujer, mientras le acariciaba las piernas. La luz del alba irrumpia en el cuarto de Saúl e iluminaba su último momento juntos. El sabía que ella tenía que partir, pero eso no lo hacía más fácil. Ella sabía que tenía que terminar ese día. su camino estaba en otra parte. Él se ponía el sombrero, de manera que le cubriera los ojos. Ella se vestía y le acariciaba la espalda. Saúl no la miraba. Malena se iba. Él no la seguía.
IV. Lo que será.
Saúl se pondrá el sombrero y se disparará el recuerdo de Malena.
Caminaran juntos por el parque de San Antonio. El fotógrafo llevará su cámara, ella caminará boleando los bordes de su vestido. Saúl estara a punto de tomarle una foto, pero ella se cubrirá la cara con las manos. Él insistirá, pero ella se echará a correr por el parque. Cuando el fotógrafo la tenga lista para un Close-Up, Malena le meterá los dedos al lente de la cámara, antes de que la pueda capturar. El fotógrafo molesto se sentará y limpiará la cámara. Ella se reirá, sentada en el piso al lado de Saúl. Pronto se aburrirá de estar ahí y se ira a escuchar a los músicos en algún lugar del parque. Malena bailará al ritmo de los acordes flamencos de la música, mientras Saúl la verá a lo lejos, tratando entenderla.
Malena estará desnuda frente a la ventana de Saúl. Él fotógrafo estará en la cama y fumará. Él mirará los destellos verdes y azules que envolveran el cuerpo de ella. Esa será su última noche, juntos. Malena se alistará para partir la mañana siguiente. Se meterá entre las sábanas del fotógrafo por última vez. Esa noche, Saúl no tomará fotos, no va a estar de humor. El tenderá su cabeza sobre el regazo de la mujer y acariciara sus piernas. La luz del alba irrumpirá en el cuarto de Saúl e iluminará su último momento juntos. El sabrá que ella tiene que partir, pero esto no lo hará más fácil. Ella sabrá que tiene que terminar ese día, su camino estará en otra parte. El se pondrá el sombrero, de manera que le cubra los ojos. Ella se vestirá y le acariciará la espalda. Saúl no la mirará. Ella se irá. Él no la seguirá.
V. Lo Eterno.
Por el parque corren los amantes. Las fotos se disparan, los rostros se ocultan. Los juegos se hacen eternos, ella corre, él no la atrapa. Los dedos cegan a la cámara. Malena rie y baila. Los músicos siguen sus movimientos al acorde de sus pasos flamencos. Saúl trata entenderla.
Malena se desnuda frente a la ventana de Saúl. Los cigarrillos se consumen, las horas se agotan. Es la última noche. Los cuerpos se reprochan y se reconcilian entre las sábanas. No hay fotos, el flash no los perturba. Sólo la luz del alba entra por la ventana, para acompañar su último momento juntos. En la desnudez todo se sabe.
El sombrero de Saúl cubre sus ojos, Malena se viste para partir. Las manos se deslizan por la espalda del fotógrafo escribiendo un adios. La puerta se cierra. Saúl queda sólo, bajo su sombrero.

viernes, 22 de febrero de 2008

¿Dónde estas Hermosa?




1. Amanece, Saúl se despierta en la cama de una mujer que ha fotografiado el día anterior. Se viste y toma su cámara. Le da un beso, sin despertarla y abandona el lugar.
2. El joven fotógrafo camina por las calles de San Antonio; saluda a doña Gloria, la dueña de la panadería en que desayuna. Ella le entrega una nota que le ha dejado su hermano, Esteban, el día anterior.
3. Saul llega a su casa, se baña y arregla. Lee la nota de su hermano. Él lo ha invitado a almorzar.
4. El joven se dispone a salir, se pone su sombrero en la cabeza y recuerda, como siempre, a la mujer que se lo regaló y que aun ama, Malena.

5. Saúl sale a la calle a tomar fotografías durante el día y se reune a almorzar con su hermano. Entre otros temas, discuten sobre la relación de Saúl con su padre y la nota que recibió en la mañana.
6. Por la tarde, Saúl va a la Loma de la Cruz. En un momento, el viento se lleva su sombrero hasta los pies de una mujer que lo impacta. Como rasgo característico, ella tiene una cicatriz de mejilla a mejilla. Saúl le toma una foto y le pregunta cómo puede contactarla, ella le responde que la encuentra por las tardes en el parque.
7. El joven la sigue, tomandole fotos, mientras ella baja de la Loma hacia la Quinta. Ella cruza la calle. Él casi es atropellado por no fijarse al pasar la calle. Saúl le pregunta su nombre y ella le responde, pero su voz es inaudible ante el bullicio de los carros.
8. Saul se da cuenta ha dejado caer la cámara al piso y esta se ha abierto, dejando expuesto el rollo. Horrorizado, mete la película de vuelta a la cámara. Esperando que, milagrosamente, los negativos de las últimas fotos esten bien.

9. Al otro día, por la mañana, Saúl va al laboratorio fotográfico de su amigo y maestro: Don Fermín. Los negativos de la chica de la Loma de la Cruz estan dañados. El joven se siente desconsolado.
10. Con animo de volver a verla y fotografiarla, Saúl regresa esa tarde a la Loma de la Cruz, pero no la encuentra. Hace algunas indagaciones con los artesanos, pero estos no le dan mayor información sobre la mujer. Sólo uno recuerda haberla visto por las noches, con algunos amigos, pasando el rato en frente de El Teatro Municipal.
11. El joven tiene una cita para fotografíar a otra modelo, pero cuando empieza a tomar las fotos, siente un malestar muy profundo. Con cada click, se le hace más borroso y distante el recuerdo de la niña con la cicatriz. Se excusa y termina la sesión.
12. Saúl camina por las calles de Cali, perdido, tomándole fotos a cualquier cosa que le recuerde a aquella mujer, haciendo un gran esfuerzo por mantenerla presente en su mente. Las memorias de su romance con Malena se entremezclan con los destellos de aquella tarde en la Loma de la Cruz, mientras deambula por la ciudad.

13. Saúl va a buscar a la mujer frente a El Teatro Municipal. Intenta indagar, pero se topa con unos muchachos que no quieren ser indagados. Pelea con ellos, estando en desventaja numérica y lo dejan muy maltrecho. Uno de ellos, James, le advierte que si lo vuelve a ver preguntando por ella, le va a ir muy mal. Pronto llega la policia, se lo llevan a él y a otros dos muchachos que no se alcanzaron a volar. El único dato que le queda después de la riña es que uno de sus agresores se refirió a una mujer parecida a la que Saul describe como "La Palmirana".
14. El joven está detenido en la estación de policia. Uno de los policias, amigo del padre de Saúl lo reconoce y llama a su familia. Después llegan su hermano, Esteban, y el padre. Ellos arreglan con los policias y se lo llevan.
15. Esa noche, se da una inesperada reunión familiar. A Saúl le toca pasar la noche en la casa materna y comer junto a su familia. La situación es en extremo incómoda y llena de reproches. El joven accede a quedarse ahí por una noche.
16. En la madrugada, cuando todos duermen, Saúl toma el carro de su papá y se dispone viajar a Palmira. Mientras va en el coche, busca rasgos del rostro de la mujer de la cicatriz en cada esquina de cali, cada árbol, cada luz, cada calle destrozada, cada cosa. En su ensimismamiento, no se da cuenta que un policia le hizo señas para que parara en un retén. Como no tiene pase, obviamente se lo llevan de nuevo a la comisaría.

17. Esa noche, Saúl tiene una conversación muy seria con su familia, después de que lo sacan de nuevo de la estación de policia. Cuando sus padres le preguntan porque hizo algo tan tonto, el les inventa que tenía una oportunidad de vender sus fotos a un aficionado que vive en Palmira. Hace una muy convincente descripción del negocio. La madre y el hermano sugieren que sería una buena idea que el padre acompañara a Saúl hasta aquella ciudad. El padre intenta excusarse para no ir, pero cede ante la presión de la familia. Saúl, aunque no le gusta mucho la idea, accede porque cree que es la mejor oportunidad que tiene de encontrar a la mujer que busca.
18. Durante el viaje a Palmira y una noche de estadía en el hotel, padre e hijo tienen oportunidad, de hablar. Sobre las decisiones que tomó Saúl, dejar la universidad, vivir como un fotógrafo vagabundo y la falta de aceptación del Padre.
19. Al otro día, el padre se asegura de acompañar a Saúl hasta el lugar donde vive el posible comprador de sus fotografías. Saúl se lo lleva a unas oficinas, entran a la de sala de espera, él le dice al padre que va salir a la calle a fumarse un cigarrillo. En ese momento, se escapa para buscar a la mujer. Cuando el padre se entera, sale a buscarlo muy molesto.
20. Un mendigo se le acerca a Saúl, el fotógrafo le da unas monedas y le pregunta por la mujer que busca. El hombre le da indicaciones de donde puede encontrar a la mujer que busca, pero le advierte que tenga cuidado.

21. Saúl llega al barrio donde vive la mujer. Pasa por una tienda donde James, el hombre con quien pelió en Cali ,lo identifica. Antes de que pueda llegar a la casa de la chica, este lo ataca con un palo que toma de la carretera. Lo golpea brutalmente, mientras le advierte que los deje en paz. De repente, un hombre toma a James por el brazo, le quita el palo y lo noquea, es el padre de Saúl. Otros muchachos intentan golpear al Señor Montoya, pero este defiende el cuerpo caído de su hijo con todas sus fuerzas.
22. Sólo cuando la mujer de la cicatriz sale y les grita que se detengan, los hombres los dejan en paz. Maltrecho, el padre de Saúl, se acerca a su hijo, quien esta boca abajo al lado de un caño y no respira. El padre angustiado intenta revivirlo, le da respiración boca a boca, le pide que despierte. Finalmente, Saúl reacciona y despierta.
23. La mujer de la cicatriz lleva al padre y al hijo al interior de su morada, donde les hace algunas curaciones. Ella se excusa por las acciones de su primo, James, les explica que mucha gente los busca para lastimarlos por el pasado de su padre. El padre de Aura es un hombre ciego, sentado en una silla en la pequeña habitación en que viven. La mujer les cuenta cómo aquel hombre fue en una época uno de los mejores matones de los narcotraficantes,tuvo mujeres y mucho dinero, pero terminó ciego en un atentado fallido. Además algunos enemigos lo buscaron y la lastimaron a ella, como lo atestigua la cicatriz en su cara. La mejor solución que halló el padre fue refugiarse en un barrio humilde de Palmira, esperando que sus enemigos lo olvidaran y le dejeran vivir sus últimos años en paz. Desde ese tiempo, Aura, la chica de la cicatriz, cuida de él y vende las joyas que hace, a unos amigos artesanos de la Loma de la Cruz , para sobrevivir.
24. Aura se sienta en el piso al lado del padre, le toma una mano y se la acaricia. El padre le soba la cabeza, mientras empieza a verse acongojado e intentando no llorar. Es una escena muy conmovedora para Saúl y su padre. Saúl, aun maltrecho, toma su cámara y les toma una foto , la luz que atraviesa a través de las tejas, resalta los rostros de padre e hija. El padre de Saúl le dice: "Es una foto muy bella".

25. Saúl se despide de Aura, le da su dirección para que lo visite cuando este en Cali y vayan a tomar un café. Le da un abrazo, le agradece, sin estar seguro porque y se va de el lugar con el Señor Montoya.
26. Atardecer, Padre e hijo van en camino hacia Cali. Saúl, muy magullado, esta recostado sobre el hombro de su papá, quien va manejando. Saúl lleva el sombrero sobre su cara. Pasan el peaje entre Cali y Palmira, en cierto momento el sombrero de Saúl se vuela por la ventanilla y se regresa al otro lado del peaje. Saúl se reincorpora y le pide al padre que pare para ir a a buscar su sombrero. El padre se niega, dice que no se va a parar en la mitad de la carretera, pero ante la insistencia de Saúl, lo hace. El joven corre,cojeando, lo mejor que puede hasta su sombrero, se salta el peaje, lo que hace que los empleados y policías del lugar salgan detrás de él. Finalmente, al otro lado del peaje encuentra su sombrero, al pie de una chica que vende dulces. En ese momento, el joven fotógrafo se siente enormemente emocionado y con ganas de tomarle cientos de fotos. Le pide que le deje tomarle una foto, antes de que ella le diga que sí, él la toma de la mano y corre con ella, mientras la autoridad los persigue. Saúl la lleva entre los carros, por la carretera, esquivando a policia y empleados del peaje. La fotografía, al tiempo que la joven desconcertada, pero emocionada posa para su cámara. El padre de Saúl observa la pintoresca escena y no puede evitar sonreír, por su hijo, el fotógrafo. Anochece.

- Fin-

"Vuestros hijos no son hijos vuestros.

Son los hijos y las hijas de cuanto la Vida desea para sí misma. Son concebidos por medio de vosotros, mas no de vosotros.

Y aun estando con vosotros, no os pertenecen.

Podéis otorgarles vuestro amor, mas no vuestros pensamientos. Porque ellos poseen los propios.

Podéis dar cobijo a su cuerpo, mas no a su alma. Porque sus,almas habitan en la morada del futuro, la cual no podéis conocer, ni siquiera en vuestros sueños.

Podéis esforzaros por ser como ellos, mas no intentéis que ellos sean como vosotros. Porque la vida no anda hacia atrás ni se para en el ayer.

Sois los arcos de los cuales vuestros hijos han sido disparados como dardos vivos. El Arquero ve el blanco en el camino del infinito, y Él os doblegará con su poder para que sus dardos puedan ir lejos y raudos.

Permitid que por placer sea la mano del Arquero la encargada de doblegaros. Pues aun cuando Él ama al dardo que vuela, también siente amor por el arco en tensión."

(De los hijos, El Profeta.Kalhil Gibrán)

viernes, 15 de febrero de 2008

Todo lo que siempre quiso saber sobre Saul, pero nunca se atrevió a preguntar.

I: ¿Cómo es la luz en la casa de Saul?

Lo primero que noté al entrar a la casa de Saúl esa noche es que no tenía ni una bombilla. Cuando entramos, él se acercó a la única ventana de su pieza y corrió una cortina de tela amarilla. Así, el cuarto oscuro se iluminó por la luz proveniente de la calle. Los vitrales de su ventana destellaron en tonos verdes y azules. Los pocos objetos de su casa se cubrieron en una encantadora luz amarilla. Miré las paredes de su cuarto, una de ellas estaba cubierta de fotos. Me dijo que eran sus obras más recientes.

Su hogar estaba casi vacío. Tenía una cama, con tendidos en croché, que le compró a una amiga artesana de la Loma de la Cruz. Al lado de su cama tenía un nochero, sobre el mismo tenía un par de libros, entre ellos pude reconocer la carátula de El Principito.

Mientras yo observaba su cuarto en busca de pistas para descifrarlo, Saúl abrió su closet y sacó una grabadora con unos cds. La ubicó en el suelo junto a la única toma eléctrica del lugar y puso un disco de Babasónicos para ambientar el momento.

Saul me miró por encima de su hombro con un aire de complicidad. Yo fingí no prestarle atención y tomé su libro de El Principito para aparentar estar desinteresada. Al abrirlo encontré una foto de una mujer. Tenía el cabello largo, su cabeza estaba cubierta por el sombrero de Saul, sus hombros estaban desnudos, miraba hacía abajo mientras apretaba sus labios en actitud juguetona.

¿Quién es esta?-le pregunté.


II: ¿Qué hace Saul antes de las nueve de la mañana?

Cafe, huevos y cigarrillos ¿Hay acaso una mezcla de olores más afortunada que esta?
En lo que a mi concierne, no. Cada mañana me levanto con el firme propósito de que me sucedan tres cosas: que el café sea bueno, que los cigarrillos sean suficientes y que las mujeres hermosas se crucen en mi camino.

Lo primero que hago en la mañana es tomar un buen baño con agua fría. Detesto el agua caliente, me siento como parte de una sopa cuando esta toca mi piel. Mi próximo ritual podría ser el pequeño acto vanidoso al que todos tenemos derecho. La verdad es que me gasto unos quince minutos arreglando mi barba. Me la masajeo con un humectante hasta que la sienta a mi gusto, luego corto los pequeños pelos que sobren y queda lista para partir. Te parecera extraño que un vagabundo como yo, se preocupe por tales cosas, pero debe decirte que acabas de conocer a un vagabundo con estilo. Además a mis amigas les encanta.

El próximo paso es vestirme. Esto no me toma mucho tiempo, la mayoría de mi ropa es igual. Mi closet está lleno de camisetas esqueleto. Las camisas y camisetas con mangas, me producen alergia, te juro que antes cuando las usaba me daban urticaria. Bueno, tal vez estoy exagerando, pero este atuendo me resulta idoneo para mi trabajo. Lo complemento con un pantalón de pana, muy fresco y unas sandalías. En lo único que me demoro es en escoger un cinturón. He armado una buena colección de ellos, cada vez que veo uno que me guste en una venta de los hippies o cuando visito a mis amigos en la Loma de la Cruz, no puedo evitar comprarlo.

Me encanta la calle entre mi casa y la tienda de doña Gloria. Como te das cuenta, el trayecto es muy relajado, el camino inclinado hacía abajo practicamente te lleva hasta tu destino. Lo malo es que la subida de noche es lo más mamón del mundo. Supongo que es más fácil dejar el hogar, para caminar entre balcones de colores: azul, rosado, tierra, verde, marrón; que tener que volver a casa, a oscuras.

Este es mi primer cigarrillo del día. Todavía no me lo voy a fumar, sólo lo pongo en la mesa mientras me traen el desayunito. Esta recién hecho el café, ¿lo hueles? que maravilla, y los huevos con cebollita y tomate, uy que rico. Ahora me perdonas, pero me molesta hablar mientras como.

¿Me pasas los fósforos? los tengo dentro del estuche de mi cámara. Gracias. Creo que este es mi momento favorito de la fumada, cuando se prende y la primera humarada llena mi boca.

Son las nueve de la mañana y ya cumplí con dos de mis objetivos del día: Buen café y buenos cigarillos. Sólo me falta una bella mujer frente a mi cámara.

¿Qúe me dices? ¿Te animas?

III. ¿Quién es la mujer de la foto? o ¿Cómo consiguió Saul su sombrero?


Esa noche, Malena llegó a a la casa de Saúl antes que él. Como no tenía llave decidió entrar por la ventana de la pieza. Algunos vecinos la vieron escandalizados, pero ella les respondió con un guiño.

Malena se acostó en la cama de Saúl, puso unas canciones de The Supremes y revisó los contactos de Saúl con una pequeña lupa que él guardaba en su nochero. "Esta sí, esta no" cantaba mientras redondeaba las fotos que le gustaban con un marcador rosado.

Despúes de un rato de espera, Malena se aburrió. Hasta que se le ocurrió una idea estupenda, que la hizo reir de manera frenética. Sacó un sombrero gris que le traía de regalo a Saúl. Este era de un material muy suave, con unos surcos muy finos que se sentían maravillosos contra la piel de los dedos. Alrededor tenía un lazo negro con una marca metálica en forma de ave. Malena lo compró en una tienda de ropa de segunda mano. Le encantó porque le recordaba a Humphrey Boggart y a Jean Paul Belmondo en Sin Aliento. Malena se desnudó y se puso el sombrero. Se entretuvo un rato haciendo caras de matón de cine negro, mientras se miraba en un pequeño espejo que llevaba en su bolso.

De pronto, escuhó que alguién abría la puerta. Malena se apresuró a tomar una cámara digital que llevaba en su bolso. Saúl abrió la puerta, vio a la chica desnuda y dejo caer sus llaves. Ella aprovechó y le tomó una foto.

-Quedaste con cara de ahuevado- le dijo ella entre risas.

-Dame esa cámara, bribona- le dijo Saúl, intentando imitar a un actor del viejo Hollywood.

-No quiero- Malena le sacó la lengua

El empezó a perseguirla por la pequeña habitación, intentaba agarrarla por sus brazos y cintura desnuda. Finalmente, Saúl se tropezó con su grabadora, que estaba en el piso y se lastimó un dedo. Se sentó en la cama, para revisar la uña que se había roto. Malena se le acercó en actitud pacífica. Él la ignoró, ella se sentó a su lado y se metió bajo su brazo a la fuerza. Saúl la miro con ternura, sólo para echarse sobre ella un momento después. Ella protestaba, pero el joven sacó su cámara y la enfocó.

-No quiero- dijo Malena, tapándose la cara con el sombrero.

Saúl le levantó un poco el sombrero y le tomó una foto. Malena salía con el sombrero, haciendo un puchero y con los hombros desnudos. Era la mejor foto en la vida de el fotógrafo. En ese instante se sintió profundamente conmovido.

-El sombrero lo compré para ti, Jean Paul, mi vago hermoso- Malena le puso el sombrero en la cabeza.

Sául recuerda esa noche cada vez que se pone su sombrero en la mañana. Siempre se toma su tiempo acomodándolo y dándole la inclinación perfecta que lo haga ver tan genial como los actores de las películas de Cine Negro que Malena tanto amaba.

La foto de Malena se ha tornado amarillenta por la humedad que hay en la casa de Saúl. Sin embargo, él la sigue guardando, entre las páginas del libro más importante de su vida. Nunca ha intentado duplicarla, aunque tiene los negativos bien conservados en el laboratorio fotográfico de un amigo.

¿Qué sentido tiene duplicar los momentos induplicables? - reflexiona Saúl, antes de ponerse el sombrero.


IV. ¿Cuál es la mejor hora para tomar una fotografía?

El sombrero de Saúl es arrastrado por una de las súbitas ráfagas de aire que una tarde caleña puede traer. Rueda a través de la plazoleta de la Loma de la Cruz, entre los pies de unos señores que se secan el sudor con un pañuelo, mientras pasan la tarde en aquél lugar. El sombrero sigue girando, pasa por delante de un joven que toca una guitarra, mientras un grupo de amigos lo rodean y escuchan esa canción de rock en español.

Saúl sale corriendo detrás de su sombrero, pasa por el lado de los señores, de los jovenes, pero no lo alcanza. El sombrero se eleva y va a dar a los pies de una joven. Ella lo levanta, lo sacude y se lo pone. El fotógrafo llega donde la chica. Al ver su sombrero en la cabeza de ella, siente que el mundo se le viene abajo.

-Por...por favor, dame mi sombrero-

-Disculpa, sólo me lo estaba probando, esta muy bonito- le dijo sonriendo.

Al ver su rostro, Saúl se sintió emocionado. Era una chica muy bella, con unos labios muy finos, piel trigueña y unos ojos grandes y oscuros. Tenía una cicatriz que atravesaba su cara de mejilla a mejilla a través de su nariz, que le produjo al fotógrafo gran curiosidad.
- Me gusta la correa de tu cámara- le dijo ella.

Saúl deslizó sus dedos entre la correa de tela de su cámara, esta tenía dibujos que se asemejaban a artesanías precolombinas.

-Gracias ¿te gusta la fotografía?-

- Me gustaría salir en las fotos de las revistas, pero...- dijo ella mientras señalaba el trayecto de su cicatriz y le sonreía a Saúl.
-Dejame tomarte una foto-
-¿Una foto mía?-
-Dale, mira son las 5:30. La luz en este momento baña de dorado todo lo que toca, es el tono más espectacular del mundo y sólo se encuentra en Cali en un día soleado al atardecer ¡Dale, porfa!
Saúl desfundó su cámara antes que ella le contestara. Era una cámara reflex muy vieja de armazón de metal y de pasta. Él la había tomado de uno de los cajones de la casa paterna, en la que estaba olvidada hace muchos años. Saúl sentía que era la máquina más ergonómica del mundo, sus botones tenían la ubicación perfecta para responder a sus necesidades. Además creía que su cámara era más elegante y sofisticada que todas las cámaras digitales de plástico, las cuales le parecían salidas de una piñata.

La chica le sonrió y se puso de pie, mirandolo de frente. Él levanto su cámara, deslizo sus dedos por el lente hasta tenerla enfocada, corrió el botón de la velocidad con su otra mano y justo cuando ella levantó su rostro hacia la derecha, Saúl disparo con el pulgar.
-Tienes que darme una copia-

-Por supuesto, tú me dices dónde y yo te la llevo-

-Siempre estoy en el parque por las tardes-

La chica le dio una gran sonrisa, se dio la vuelta y se fue caminando por las escaleras de la loma, entre las palmeras, mientras la luz dorada desaparecía y el cielo se tornaba rosado y azul. Saúl la siguó, tomandole fotos al cielo, a la niña, las palmeras y a Cali en la tarde. Ella atravesó la quinta, él iba a seguirla, pero ante su despiste casi lo atropella un carro.

-¡Espera!¿Cómo te llamas?- le preguntó Saúl,agitado, a través de los carros que llenaban la calle.

-...- le respondió ella, con un volumen inaudible, por los motores de los automóviles, al tiempo que le hacía un gesto de despedida con la mano.

¿Cómo?


Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
(Página 21, El Principito, Antoine Saint Exupéry)