miércoles, 9 de abril de 2008

A Color

En ocasiones creo que el color no existe. Puedo pasar días enteros, en que la ciudad de Cali se me antoja blanca & negra. Pero luego llegas tú, una tarde casi al atardecer y eres dorada. Todos lo somos cuando estamos ante ti. Ella también lo era, desnuda en mi cama, iluminada por las farolas a través de mi ventana; tu luz es su misma luz.

Y por un momento, mientras me encuentro contigo, yo también lo soy.




1 comentario:

Narrativas II dijo...

Sí, aunque los colores que uno imagina en Saúl son el blanco y el negro, de seguro se le antoja ese dorado que se aposenta placentero entre el día y la noche.