viernes, 15 de febrero de 2008

Todo lo que siempre quiso saber sobre Saul, pero nunca se atrevió a preguntar.

I: ¿Cómo es la luz en la casa de Saul?

Lo primero que noté al entrar a la casa de Saúl esa noche es que no tenía ni una bombilla. Cuando entramos, él se acercó a la única ventana de su pieza y corrió una cortina de tela amarilla. Así, el cuarto oscuro se iluminó por la luz proveniente de la calle. Los vitrales de su ventana destellaron en tonos verdes y azules. Los pocos objetos de su casa se cubrieron en una encantadora luz amarilla. Miré las paredes de su cuarto, una de ellas estaba cubierta de fotos. Me dijo que eran sus obras más recientes.

Su hogar estaba casi vacío. Tenía una cama, con tendidos en croché, que le compró a una amiga artesana de la Loma de la Cruz. Al lado de su cama tenía un nochero, sobre el mismo tenía un par de libros, entre ellos pude reconocer la carátula de El Principito.

Mientras yo observaba su cuarto en busca de pistas para descifrarlo, Saúl abrió su closet y sacó una grabadora con unos cds. La ubicó en el suelo junto a la única toma eléctrica del lugar y puso un disco de Babasónicos para ambientar el momento.

Saul me miró por encima de su hombro con un aire de complicidad. Yo fingí no prestarle atención y tomé su libro de El Principito para aparentar estar desinteresada. Al abrirlo encontré una foto de una mujer. Tenía el cabello largo, su cabeza estaba cubierta por el sombrero de Saul, sus hombros estaban desnudos, miraba hacía abajo mientras apretaba sus labios en actitud juguetona.

¿Quién es esta?-le pregunté.


II: ¿Qué hace Saul antes de las nueve de la mañana?

Cafe, huevos y cigarrillos ¿Hay acaso una mezcla de olores más afortunada que esta?
En lo que a mi concierne, no. Cada mañana me levanto con el firme propósito de que me sucedan tres cosas: que el café sea bueno, que los cigarrillos sean suficientes y que las mujeres hermosas se crucen en mi camino.

Lo primero que hago en la mañana es tomar un buen baño con agua fría. Detesto el agua caliente, me siento como parte de una sopa cuando esta toca mi piel. Mi próximo ritual podría ser el pequeño acto vanidoso al que todos tenemos derecho. La verdad es que me gasto unos quince minutos arreglando mi barba. Me la masajeo con un humectante hasta que la sienta a mi gusto, luego corto los pequeños pelos que sobren y queda lista para partir. Te parecera extraño que un vagabundo como yo, se preocupe por tales cosas, pero debe decirte que acabas de conocer a un vagabundo con estilo. Además a mis amigas les encanta.

El próximo paso es vestirme. Esto no me toma mucho tiempo, la mayoría de mi ropa es igual. Mi closet está lleno de camisetas esqueleto. Las camisas y camisetas con mangas, me producen alergia, te juro que antes cuando las usaba me daban urticaria. Bueno, tal vez estoy exagerando, pero este atuendo me resulta idoneo para mi trabajo. Lo complemento con un pantalón de pana, muy fresco y unas sandalías. En lo único que me demoro es en escoger un cinturón. He armado una buena colección de ellos, cada vez que veo uno que me guste en una venta de los hippies o cuando visito a mis amigos en la Loma de la Cruz, no puedo evitar comprarlo.

Me encanta la calle entre mi casa y la tienda de doña Gloria. Como te das cuenta, el trayecto es muy relajado, el camino inclinado hacía abajo practicamente te lleva hasta tu destino. Lo malo es que la subida de noche es lo más mamón del mundo. Supongo que es más fácil dejar el hogar, para caminar entre balcones de colores: azul, rosado, tierra, verde, marrón; que tener que volver a casa, a oscuras.

Este es mi primer cigarrillo del día. Todavía no me lo voy a fumar, sólo lo pongo en la mesa mientras me traen el desayunito. Esta recién hecho el café, ¿lo hueles? que maravilla, y los huevos con cebollita y tomate, uy que rico. Ahora me perdonas, pero me molesta hablar mientras como.

¿Me pasas los fósforos? los tengo dentro del estuche de mi cámara. Gracias. Creo que este es mi momento favorito de la fumada, cuando se prende y la primera humarada llena mi boca.

Son las nueve de la mañana y ya cumplí con dos de mis objetivos del día: Buen café y buenos cigarillos. Sólo me falta una bella mujer frente a mi cámara.

¿Qúe me dices? ¿Te animas?

III. ¿Quién es la mujer de la foto? o ¿Cómo consiguió Saul su sombrero?


Esa noche, Malena llegó a a la casa de Saúl antes que él. Como no tenía llave decidió entrar por la ventana de la pieza. Algunos vecinos la vieron escandalizados, pero ella les respondió con un guiño.

Malena se acostó en la cama de Saúl, puso unas canciones de The Supremes y revisó los contactos de Saúl con una pequeña lupa que él guardaba en su nochero. "Esta sí, esta no" cantaba mientras redondeaba las fotos que le gustaban con un marcador rosado.

Despúes de un rato de espera, Malena se aburrió. Hasta que se le ocurrió una idea estupenda, que la hizo reir de manera frenética. Sacó un sombrero gris que le traía de regalo a Saúl. Este era de un material muy suave, con unos surcos muy finos que se sentían maravillosos contra la piel de los dedos. Alrededor tenía un lazo negro con una marca metálica en forma de ave. Malena lo compró en una tienda de ropa de segunda mano. Le encantó porque le recordaba a Humphrey Boggart y a Jean Paul Belmondo en Sin Aliento. Malena se desnudó y se puso el sombrero. Se entretuvo un rato haciendo caras de matón de cine negro, mientras se miraba en un pequeño espejo que llevaba en su bolso.

De pronto, escuhó que alguién abría la puerta. Malena se apresuró a tomar una cámara digital que llevaba en su bolso. Saúl abrió la puerta, vio a la chica desnuda y dejo caer sus llaves. Ella aprovechó y le tomó una foto.

-Quedaste con cara de ahuevado- le dijo ella entre risas.

-Dame esa cámara, bribona- le dijo Saúl, intentando imitar a un actor del viejo Hollywood.

-No quiero- Malena le sacó la lengua

El empezó a perseguirla por la pequeña habitación, intentaba agarrarla por sus brazos y cintura desnuda. Finalmente, Saúl se tropezó con su grabadora, que estaba en el piso y se lastimó un dedo. Se sentó en la cama, para revisar la uña que se había roto. Malena se le acercó en actitud pacífica. Él la ignoró, ella se sentó a su lado y se metió bajo su brazo a la fuerza. Saúl la miro con ternura, sólo para echarse sobre ella un momento después. Ella protestaba, pero el joven sacó su cámara y la enfocó.

-No quiero- dijo Malena, tapándose la cara con el sombrero.

Saúl le levantó un poco el sombrero y le tomó una foto. Malena salía con el sombrero, haciendo un puchero y con los hombros desnudos. Era la mejor foto en la vida de el fotógrafo. En ese instante se sintió profundamente conmovido.

-El sombrero lo compré para ti, Jean Paul, mi vago hermoso- Malena le puso el sombrero en la cabeza.

Sául recuerda esa noche cada vez que se pone su sombrero en la mañana. Siempre se toma su tiempo acomodándolo y dándole la inclinación perfecta que lo haga ver tan genial como los actores de las películas de Cine Negro que Malena tanto amaba.

La foto de Malena se ha tornado amarillenta por la humedad que hay en la casa de Saúl. Sin embargo, él la sigue guardando, entre las páginas del libro más importante de su vida. Nunca ha intentado duplicarla, aunque tiene los negativos bien conservados en el laboratorio fotográfico de un amigo.

¿Qué sentido tiene duplicar los momentos induplicables? - reflexiona Saúl, antes de ponerse el sombrero.


IV. ¿Cuál es la mejor hora para tomar una fotografía?

El sombrero de Saúl es arrastrado por una de las súbitas ráfagas de aire que una tarde caleña puede traer. Rueda a través de la plazoleta de la Loma de la Cruz, entre los pies de unos señores que se secan el sudor con un pañuelo, mientras pasan la tarde en aquél lugar. El sombrero sigue girando, pasa por delante de un joven que toca una guitarra, mientras un grupo de amigos lo rodean y escuchan esa canción de rock en español.

Saúl sale corriendo detrás de su sombrero, pasa por el lado de los señores, de los jovenes, pero no lo alcanza. El sombrero se eleva y va a dar a los pies de una joven. Ella lo levanta, lo sacude y se lo pone. El fotógrafo llega donde la chica. Al ver su sombrero en la cabeza de ella, siente que el mundo se le viene abajo.

-Por...por favor, dame mi sombrero-

-Disculpa, sólo me lo estaba probando, esta muy bonito- le dijo sonriendo.

Al ver su rostro, Saúl se sintió emocionado. Era una chica muy bella, con unos labios muy finos, piel trigueña y unos ojos grandes y oscuros. Tenía una cicatriz que atravesaba su cara de mejilla a mejilla a través de su nariz, que le produjo al fotógrafo gran curiosidad.
- Me gusta la correa de tu cámara- le dijo ella.

Saúl deslizó sus dedos entre la correa de tela de su cámara, esta tenía dibujos que se asemejaban a artesanías precolombinas.

-Gracias ¿te gusta la fotografía?-

- Me gustaría salir en las fotos de las revistas, pero...- dijo ella mientras señalaba el trayecto de su cicatriz y le sonreía a Saúl.
-Dejame tomarte una foto-
-¿Una foto mía?-
-Dale, mira son las 5:30. La luz en este momento baña de dorado todo lo que toca, es el tono más espectacular del mundo y sólo se encuentra en Cali en un día soleado al atardecer ¡Dale, porfa!
Saúl desfundó su cámara antes que ella le contestara. Era una cámara reflex muy vieja de armazón de metal y de pasta. Él la había tomado de uno de los cajones de la casa paterna, en la que estaba olvidada hace muchos años. Saúl sentía que era la máquina más ergonómica del mundo, sus botones tenían la ubicación perfecta para responder a sus necesidades. Además creía que su cámara era más elegante y sofisticada que todas las cámaras digitales de plástico, las cuales le parecían salidas de una piñata.

La chica le sonrió y se puso de pie, mirandolo de frente. Él levanto su cámara, deslizo sus dedos por el lente hasta tenerla enfocada, corrió el botón de la velocidad con su otra mano y justo cuando ella levantó su rostro hacia la derecha, Saúl disparo con el pulgar.
-Tienes que darme una copia-

-Por supuesto, tú me dices dónde y yo te la llevo-

-Siempre estoy en el parque por las tardes-

La chica le dio una gran sonrisa, se dio la vuelta y se fue caminando por las escaleras de la loma, entre las palmeras, mientras la luz dorada desaparecía y el cielo se tornaba rosado y azul. Saúl la siguó, tomandole fotos al cielo, a la niña, las palmeras y a Cali en la tarde. Ella atravesó la quinta, él iba a seguirla, pero ante su despiste casi lo atropella un carro.

-¡Espera!¿Cómo te llamas?- le preguntó Saúl,agitado, a través de los carros que llenaban la calle.

-...- le respondió ella, con un volumen inaudible, por los motores de los automóviles, al tiempo que le hacía un gesto de despedida con la mano.

¿Cómo?


Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
(Página 21, El Principito, Antoine Saint Exupéry)



1 comentario:

Narrativas II dijo...

Bien Camilo, cada vez mejor, estos son los relatos que siempre quisiera seguir leyendo. Sólo dos recomendaciones, dos pelis claves en este momento, Blow up, de Antonioni, y/o en su otra versión gringa con Travolta; y Greenwich Village.