lunes, 5 de mayo de 2008

V. Casa Montoya

-¿Y esta joda dónde tiene la pantalla?- pregunta el policía que tiene la cámara de Saúl entre sus manos.

Saúl está sentado en una celda de la comisaría, esperando a que amanezca para irse a su casa. Este tiempo forzado de quietud ha servido para calmar su ímpetu y la búsqueda desesperada de la mujer de la cicatriz. Además el dato de uno de los maleantes con los que se peleó, sobre una mujer llamada “La Palmirana” con las mismas características de la mujer que busca, ha enfocado su esfuerzo hacia una dirección concreta.

El policía hunde el botón del flash y este se dispara. La luz le lastima los ojos. Los otros policías se ríen.

-No me le gastes el flash, que luego cuando lo necesite está sin pilas- Le reclama Saúl.

El policía se acerca hasta la celda, con su macana en alto. Saúl no le presta atención, ni retrocede. El joven pasa sus manos por los barrotes de su celda. Luego se recuesta contra la pared y se sienta en una banca. Se queda mirando una grieta en el techo hasta que oye que alguien abre el cerrojo de la celda.

Su hermano, Esteban, está parado al lado del oficial que abre la puerta. Detrás de ellos Armando Montoya, el padre de Saúl, le pasa unos billetes a uno de los policías.

-¿Mijo y a usted qué le pasó en la cara? Ahora si las metió bien metidas, no- le dice su hermano.

Armando se acerca hasta la puerta, mientras Esteban y el oficial se hacen a un lado. El padre termina de abrir la puerta y mira a Saúl.

-Vámonos- .

Saúl se pone el sombrero, le quita la cámara al oficial y sale con su padre y hermano de la comisaría.

-¿Y ya se graduó Saulito? ¿Qué era que estudiaba?-.

-No tía, acuérdese que él está dedicado a la fotografía-.

-Ay, Súper, ¿y ya te han comprado fotos para revistas?-.

-Bueno, pues...-.

-Fotografía, fotografía. No, yo me acuerdo que él estaba estudiando era algo como psicología. Igual que el hijo de Stella-.

-Sí, soy fotógrafo y...-

-El hijo de Stella está es estudiando fisiología-.

-Y primito, ¿conoces a alguien de las revistas? ¿Cuándo me vas a tomar unas fotos?-

-Yo...no. Me disculpan un momento-.

Saúl se levanta del sofá, ante la mirada de su tía y dos primos. Se aleja de ahí e inhala profundamente, para salir de la asfixiante conversación. El joven ve una mesa donde están los licores y decide servirse un trago.

La familia Montoya se reúne alrededor de la mesa. Armando, el padre, está en la cabecera frente a un pastel de cumpleaños. Todos los presentes le cantan feliz cumpleaños al unísono.

Saúl coge una botella y se va caminando, balanceándola, hasta la puerta de la sala. La abre y sale al patio. Ahí, se sienta mientras bebe desaforadamente un licor amargo que no logra distinguir. El joven canta, desafinado, la canción de feliz cumpleaños que oye a lo lejos; mientras se va quedando dormido.

Armando apaga las velas y todos sus familiares le aplauden. Mariela, la mamá de Saúl, lo abraza y le da un beso en la boca. Los presentes vuelven a aplaudir y brindan por el patriarca de la familia.

-¿Dónde está el niño?- pregunta Mariela.

Armando y Mariela salen al patio donde encuentran a Saúl dormido sobre el pasto, mientras el resto de la familia murmura a sus espaldas.

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